24.8.08

EVITEMOS LO EVITABLE

EVITEMOS LO EVITABLE

Después de los últimos días de catástrofes inevitables como: la muerte de la hermana de una amiga hace dos semanas, con cáncer de mama diagnosticado hace tan sólo un año, 43 años, casada y con dos hijos pequeños y, esta semana, el desastre del avión en Madrid, dejando tantas ilusiones sesgadas de golpe, me resultaba muy difícil escribir algo que fuese un canto de vida y esperanza, pero he encontrado la manera.

Dejé en el tintero, antes de irme de mini-vacaciones por el Puente de agosto, el tema de las agresiones sufridas por un profesor, Jesús, al intentar defender a una chica maltratada, quedando el héroe en cuestión en coma y Antonio, el agresor, tostándose al sol de Alicante, sin el menor remordimiento y la maltratada, supongo de “convidado de piedra”, asistiendo al espectáculo, sin presentar demanda, “disfrutando” de sus maltratos y esperando la próxima paliza que le haga reaccionar (se supone).

Hace tiempo que la sociedad y el número de casos, está demandando que la denuncia de estos temas de maltrato, violencia de género, violencia doméstica o como queramos llamarlo, sea posible presentarla de oficio por cualquiera que tenga conocimiento de la misma, con pruebas congruentes, claro, porque para valorar eso es para lo que necesitamos a la justicia. Es patético que, en el caso que nos ocupa, haya tenido que mediar una denuncia por tentativa de homicidio, con su pertinente condena, porque esta mujer disculpaba la actitud del agresor por tema de drogas y que, en condiciones óptimas, era muy buena persona.

El tema es siempre recurrente, son casi la mayoría los casos en que no hay denuncia anterior y a todo el mundo le extraña el terrible desenlace y, sin embargo, “la sombra” siempre ha estado ahí. Existen multitud de casos y, por suerte o por desgracia, han llegado a mi conocimiento, ante mi total desconcierto, episodios de chicas, trabajadoras, autosuficientes, con hijos a los que tener que sacar adelante, que han sufrido episodios de maltrato, han acudido con familiares a presentar denuncia a comisaría, y, al darse la vuelta los familiares, volver a retirar la denuncia y “el ogro” otra vez limpio de polvo y paja.

¿Qué es lo que ocurre?, ¿qué pasa por la cabeza de estas mujeres?, ¿qué les ata a esos monstruos?, ¿a qué temen? Ahí radica la ayuda que debemos prestar el resto de la sociedad: no se debe dejar presentar la denuncia, únicamente, a un ser con la voluntad anulada, a una persona que, aunque independiente económicamente en algunos casos, se siente atada de por vida: por los hijos, el “sacro-santo” matrimonio, el “que dirán” y sobre todo por una autoestima por los suelos, buscando siempre una continua aprobación y reafirmación personal y que son incapaces de cortar de raíz todos los lazos o sogas (mejor dicho) que les atan a sus enemigos y que confunden con cariño.

Mientras sea un tema educacional el que las jóvenes, en según que círculos, estén destinadas a contraer matrimonio a cualquier precio, que sea ese el destino de toda mujer que se precie: “hacer una buena boda”, “colocar a la niña”, “casarla de penalti, porque embarazada, es como Dios manda” y prendas orales por el estilo, esto no va a avanzar ni un ápice.

Por último, tengo una teoría o vaticinio que espero no se cumpla, pero que suele obedecer a la realidad: en los temas de separaciones siempre se barajan motivos como infidelidades, familias políticas, temas económicos, incompatibilidad de caracteres, etc. En los casos de malos tratos, suelen salir a la palestra: los celos o “la mate porque era mía”, o “si no es para mí, no es para nadie”, los temas de las custodias de los hijos que no dejan de ser “excusas de mal pagador”, y el tema monetario, una vez más. Esto me lleva a reflexionar al hilo del sabio proverbio de: “cuando el hambre o la pobreza entran por la puerta, el amor salta por la ventana”. Nos espera un periodo de recesión, crisis, desaceleración o como sea prudente llamarlo para no ser políticamente incorrecto, un poco largo, que las familias van a tener que afrontar con mucha paciencia y sin perder los nervios, arrimando todos el hombro y apretándose el cinturón.

Asusta pensar en ese proverbio y ponerlo en relación con el número de parados en ascenso, la subida de las hipotecas, el cierre de las empresas, etc., que, con razón, van a sacar de sus casillas a muchos y muchas, pero ahí es donde debe estar nuestra labor de autocontrol y nuestras muestras de cariño. Debemos estar unidos para superar dificultades y, alertas a los problemas que nos rodean, como estuvo este profesor, porque hay personas que no son capaces de “desengancharse” y nos esperan “malos tiempos para el amor” que, aunque suena a letra de bolero, nos lo están demostrando las cifras de las últimas semanas.

Ese sería mi canto a la esperanza, la esperanza en esa Humanidad que, como Jesús el profesor, no piensa en aprobación pública, sino que actúa como le dicta su buena conciencia y esperanza en esa Humanidad con mayúsculas a la que todos aspiremos a pertenecer con obras como estas.¡¡¡ MUJERES, DENUNCIAD, ESO NO ES CARIÑO !!! ¡¡¡ NO SE MATA A QUIEN SE QUIERE, LO DICE LA CANCIÓN Y ES VERDAD!!!

5.8.08

IGUALDAD PARA LO BUENO Y PARA LO MALO

Hoy os voy a proponer jugar a las adivinanzas, porque con tanta tontería con el derecho al honor y a la dignidad de unos y no de otros, nos arriesgamos a que nos metan una querella de las que tan amigos son algunos.

Acaba de publicarse una sentencia del Tribunal Supremo que me ha vuelto a remover las entrañas, dando la razón a una duquesa de Sevilla, con carita de pequinés, Grande de España para más señas, y que lleva muy mal lo de no haber conseguido emparentar con un torero, hijo de otro torero, fallecido en Pozoblanco, por dar alguna pista más. Todo quedaría en un capítulo más de folletín de revista del corazón, si no fuera porque a mí me remueve en lo más profundo el tener que luchar, una vez más, por la igualdad, esta vez la del honor y la dignidad de un personaje como Antonio el Bailarín, frente a la de la “señora duquesa”, y no porque sean personajes famosos sino porque, para mí, lo mismo vale la dignidad y el honor de unos que la de otros, sean hombres o mujeres y, esta sentencia, viene a decir que vale más o hay que proteger la de ella por ser ella o por ser mujer, pues desde aquí os digo que de eso nada.

Os pongo en antecedentes, en octubre de 2006 realicé un trabajo de investigación, bajo los auspicios de la UR, sobre el tema de “ las acciones de filiación” y allí abogaba por lo que, para mí, caminamos a años luz de ser iguales hombres y mujeres en temas como el que trata esta sentencia y mi citado trabajo. Resulta que, nuestro arcaico código civil no diré que protege, pero viene a bendecir a la mujer casada y “ligerita de cascos”, que tiene un “affaire” o rollete fuera del matrimonio y concibe a un churumbel con su conquista extramatrimonial. Nuestro Código civil le encasqueta el crío, además de la “cornamenta” al sacro-bendito esposo por el hecho de ser el que entonces comparte lecho, mantel, y supongo que hipoteca, con la adúltera.

Ni que decir tiene que mi postura, entonces y ahora, apoyada además en punteras sentencias del Tribunal Constitucional que apelaban a la derogación de artículos del Código civil, era que no podemos caminar por un lado obligando a los hombres a hacerse pruebas de paternidad, llenándosenos la boca en que es por el derecho del menor a conocer sus orígenes, y por otro no reconocer a un padre todos sus derechos como padre. En nuestro país, la madre tiene el derecho a no desvelar de quién ha concebido y, por lo tanto, solamente el hijo si quisiese, porque además está en su derecho, conocer sus orígenes y saber quién es de verdad su padre, podría solicitar la prueba de ADN, incluso exhumando el cadáver, en este caso del bailarín, como él mismo ha debido dejar escrito en el testamento y como existe cantidad de jurisprudencia en el mismo sentido.

El problema aquí es que el hijo, es el descendiente de la “señora-duquesa”, abogado por más señas, “clavadito” de cara que no en el porte, para mí, a su padre y que no creo que quiera poner en un aprieto a su señora progenitora aunque se vaya a llevar ese gran secreto y duda a la tumba. Yo no podría aguantar la incertidumbre, ¿y vosotros?.

Si hablásemos, al revés, de tener que demostrar la paternidad en el caso de una infidelidad masculina, no tendríamos ningún problema en pedir prueba de ADN, aportar pruebas documentales de que se conocían, incluso exhumar el cadáver para así sacarnos de dudas. Entonces, nadie se preocuparía de la dignidad y el honor del que lo ha querido ocultar.

A lo que me refiero es que si queremos ser iguales, hay que empezar a demostrarlo siéndolo en todo. Tanto vale la dignidad y el honor de la “señora-duquesa” a la que defiende el Supremo en su sentencia, como la dignidad y el honor del “bailarín” que dejó escrito y reconoció ser el padre de ese hijo.

Igual que se me ocurre en el caso de los famosos que se niegan a hacerse la prueba de paternidad, porque ocultan más de las que salen, la única manera de salir airosos y con la cara bien alta es contribuir a que la justicia haga su trabajo y someterse a esas pruebas por los derechos de esos hijos y apechugar con las consecuencias de los deslices, pero tanto ellas como ellos. Además, está demostrado que, como ya decían los romanos: “excusatio non petita, acusatio manifesta”, o lo que es lo mismo: a mi dignidad no afectaría ni afecta el que digan nada, porque el ADN de nadie desconocido va a ser el de mi hijo. ¿Entendido, no?

Pues eso, que todas y todos iguales hasta para “echar una canita al aire”, pero con las mismas consecuencias, porque parece que hasta en eso hay que sobreproteger a las mujeres con esa mal entendida igualdad, y en este caso, como en muchos otros que traté para mi trabajo, sin acordarnos de los padres desconocidos y no reconocidos y de los hijos sin conocer su verdadero origen, porque nuestro derecho los amparaba en el matrimonio.

Muchos os habreis llevado las manos a la cabeza con mi reflexión, pensando que estabais de maravilla, este verano, de Rodríguez y que las noches eran vuestras, pero pensad que, ahora como siempre, también están “las Rodríguez” y que a la vuelta del verano podeis tener un regalito inesperado, que puede ser vuestro, …o no.

Pero, lo dicho, pasad feliz verano todas y todos y, eso sí, aseguraros de que los parientes estén con los suegros, los niños y siempre muy ocupados si a vosotras/-os os ha tocado trabajar.