23.8.12

LA SOCIALIZACIÓN POLÍTICA: AQUÍ Y AHORA


LA SOCIALIZACIÓN POLÍTICA: AQUÍ Y AHORA


   Hemos estado un poco anestesiados por la Eurocopa, que nos ha hecho más llevadera la cruda realidad del paro, la crisis, los recortes de derechos y las subidas de precios. Ahora cabe pensar en otro tipo de socialización. Si el fútbol, como otros deportes, es capaz de provocar un sentimiento común y una idea, como rezaba un anuncio de cerveza, recalcando el valor de los sentimientos, de esos de los que dice “tanto entienden las mujeres”, me pregunto por qué no provoca lo mismo la política.

   Apelo a ese sentimiento del que hablaba el anuncio, al de confianza en que la política sea practicada, como decía Aristóteles, de forma inseparable a la ética. Si en el fútbol valoramos el sacrificio, la disciplina, la deportividad, el sentido de equipo y olvidamos o pasamos por alto, los sueldos astronómicos, la evasión de capitales a paraísos fiscales de muchas figuras, las deudas de los clubes con el fisco y hasta por seguros sociales, es obvio que es porque priorizamos unos valores y unos sentimientos sobre otros. Por tanto, la política, entendida como el conjunto de prácticas tendentes al logro de la justicia social, la igualdad y la no discriminación, debería ser ese sentimiento del que los socialistas sí que valorásemos, entendiésemos y sobre todo practicásemos, siempre desde la ética.

   El partido político, en su naturaleza y función, debe ser una agencia de socialización política, tanto para su militancia como para su potencial electorado, por encima de la agrupación de intereses o la selección de líderes.

   Los partidos deben socializar a través de los mecanismos internos de ejercicio de la democracia (asambleas, congresos, etc.), a través de la formación política entre sus miembros, a través de la labor de orientación de la opinión pública que sus intervenciones parlamentarias pueden llevar a cabo, o poniendo al elector durante las campañas en el conocimiento más comprensivo posible de las cuestiones que han de ser decididas en cada proceso electoral.

   Pero el abandono de la formación político-cultural de los militantes es un hecho grave que hace que, sin esa formación no quepa plantearse discusiones ideológicas de mediana seriedad, y las que surgen acaban convertidas en rencillas personales o en luchas por el poder. No cabe esperar una adecuada renovación de la élite en la que vaya mejorando la aptitud de los líderes, en la que vaya apareciendo la necesaria competencia técnica y política que todo régimen democrático requiere y que este país está pidiendo, alto y ya, para la solución de nuestros acuciantes problemas.

   En la formación tenemos un auténtico páramo. Pero tampoco se está realizando la proyección de esta función socializadora de cara a los ciudadanos y potenciales electores. Aquí al páramo se une la confusión.

   En periodo no electoral lo que se produce, es una auténtica carrera por llegar los primeros, por “estar presentes” o “salir en la foto” donde sea y para lo que sea. Ante cualquier tema sin una reflexión seria, sin datos concretos y técnicos. De ahí el progresivo distanciamiento actual.

   A este abandono por parte de los partidos se une la confirmación, dentro de sus estructuras internas de la tendencia oligárquica más como causa que como consecuencia de lo anterior. Los aparatos de poder y decisión han entrado en un proceso de rigidez que consolida en los mismos a sus actuales detentadores. Se acaba formando un círculo, cada vez más cerrado, en la cúspide, disminuyendo la flexibilidad y aumentando la burocratización. La burocracia comienza a dejar atrás la representatividad. Y esto acaba alejando a la militancia del interés por la decisión porque el grado de participación tiene como condicionante previo la creencia en la utilidad de la misma. Si este alejamiento se extiende a otras esferas y si crece, la estructura del sistema de partidos existente puede verse afectada. Sobre todo en lo que a partidos de izquierda se refiere, ya que es en ellos donde el principal papel se adjudica a las bases militantes.

   Muchos hoy viven el escepticismo, que no lleva siempre a la despreocupación, pero que sí puede acabar en ella. El siguiente paso sería la reacción, desde dentro, reaccionando ante la languidez del sistema para reavivarlo y llenarlo de contenido. Esta reacción desde dentro, devolviendo a los ciudadanos la esperanza, es la tarea y el esfuerzo más importante y urgente que la clase política debiera abordar en estos momentos con más brío. La democracia se consolida practicándola y para practicarla es preciso haberla aprendido y asimilado. De ahí lo importante del tema de la socialización política en la democracia.

    Esa asimilación se hará mejor y con mayor ilusión si se acompaña de la convicción sobre su eficacia, es decir, no basta con la legitimidad. La efectividad puede llegar a funcionar como principio de legitimación más o menos pasajero y la legitimidad puede entrar en crisis por la falta de eficacia.

   La sociedad actual comenzará a abandonar su escepticismo y a recobrar la ilusión si percibe soluciones eficaces para los agobiantes problemas que tiene planteados. Son problemas no originados por la democracia, pero que la democracia anunciaba venir a solucionar. La democracia es lo contrario al dogmatismo, luego hacen falta las pruebas para seguir creyendo.

   Usamos anestesia como alienación, pero la distensión ideológica cumple un papel positivo. Aunque salga beneficiada la llamada sociedad de consumo, resulta preferible a la sociedad espartana porque un tipo de sociedad basado en la contención tiene como premisa la existencia de una dictadura de un signo o de otro. Y la dictadura es lo contrario de la democracia.

   Debemos acabar con la ambigüedad de predicar unas cosas y practicar otras. De esta manera, la confianza y la ilusión volverán. Lo he expresado en otros foros: o cambiamos o nos cambian. Lo inquietante es la actualidad de este tema, estudiado ya, como tema estrella de las CC. Sociales, en enero de 1980.

Resurrección Cruz Vallejo
Secretaria de Organización PSOE/LOGROÑO