Cuando veo las reacciones de los afiliados de los partidos mayoritarios en España, ante las noticias de corrupción política que nos golpean a diario desde los medios de comunicación, me pregunto si los militantes deberíamos acudir a algún centro de desintoxicación que nos ayude a ver la realidad. La realidad tal como la ven el resto de los ciudadanos, no esa realidad paralela en la que se mueven algunos dirigentes y que se empeñan en que veamos todos los demás.
Cuando un alcohólico dice: “hola, soy ... y soy alcohólico” en esa frase concentra tanto el reconocimiento de una adicción como el primer paso para superarla y, además, la voluntad necesaria para comenzar la recuperación. Nosotros deberíamos aprender.
Los militantes formamos parte de unas estructuras, los partidos, de las que salen los dirigentes políticos. Esos a los que nuestros conciudadanos consideran el tercer problema del país. Y creo que ha llegado el momento de reconocer que eso es verdad y pensar qué podemos hacer para arreglarlo.
¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Como hemos conseguido que los políticos sean el tercer problema del país para los españoles? La respuesta es fácil: por nuestros propios “méritos”. Porque hemos consentido durante mucho tiempo que algunos compañeros hagan lo que quieran. Porque en los partidos los hemos endiosado.
Y, peor aún, porque hemos colocado a las ideas y a las personas a la misma altura, sin pensar que muy pocos hombres en la historia han sido capaces de estar a la misma altura de las ideas que representaban.
Pensemos, ¿ Desde cuando ideas tan grandes y hermosas como la libertad o la justicia puede estar al mismo nivel que una persona?, entonces, por qué reaccionan los militantes como si atacasen sus ideas más sagradas cuando simplemente salen a la luz lo que han hecho mal algunos dirigentes de su partido.
Las personas somos siempre imperfectas, algunas francamente detestables y otras totalmente indignas de representar esas ideas, por no hablar de las que solo merecen estar entre rejas y sin embargo están en las instituciones.
Los partidos se crearon para defender las ideas y, sin embargo, hubo un momento en que eso pasó a un segundo plano y empezaron a hacerse adictos al poder.
Poco a poco dejamos de practicar la autocrítica, elegimos el camino fácil, los “líderes” nos lo daban todo hecho, a “los más allegados” incluso le solucionaban la vida. No nos dimos cuenta de que detrás de tanta retórica vacía, de tantas palabras grandilocuentes de algunos compañeros ya no había nada más.
En realidad sí hay algo, hay su propio miedo a perder el poder, mejor dicho, a perder su poder personal. No el poder de transformar la sociedad, sino ese poder que hace que los mediocres se crean grandes hombres. Sólo porque a ellos se pegan aduladores cuyo único oficio es decirles lo maravillosos que son, para así sacar también para ellos alguna tajada, aunque sea muy pequeñita, algún cachito de ese poder.
Ese poder que pone a disposición de los dirigentes una ingente cantidad de dinero público para arreglar los problemas de la sociedad y que los hace sentirse como dioses.
¡Qué subidón! arreglarle a los amigos/compañeros/ familiares los problemas con un contrato/subvención/sueldo/pensión! Y sólo con una firma. ¿Quién da más? ver esa cara de felicidad y agradecimiento de los afortunados les hace sentirse como dioses: todopoderosos, indestructibles.
Si de paso este "pequeño favor" sirve para mantener el poder dentro del partido, oye pues estupendo ¿no?, la gente es agradecida y está en su derecho de elegir a los líderes que quieran, faltaría más, dicen.
Mientras, en cada reunión, en cada intervención publica, en cada mitin, estos dirigentes miran a los compañeros y, sin parpadear siquiera, hablan del partido, de las grandes ideas que un día nos llevaron a llamar a la puerta de nuestro partido porque queríamos contribuir a ponerlas en práctica, a extenderlas, a mejorar la vida de las personas.
Nos miran, nos miran y nos dicen que ellos están siendo atacados por representar esas ideas. Y nos dicen que tenemos que defenderlos, porque si ellos caen el partido caerá y todo lo que hemos conseguido con duro trabajo será destruido por nuestros adversarios políticos.
El miedo es convenientemente aventado y esos mismos “líderes” nos asustan con ese miedo irracional a lo que puede pasar si perdemos. Son tantos años repitiendo que lo importante es el poder, que sin poder no se puede transformar la sociedad, que ese miedo forma parte de todo militante que se precie, sea de uno u otro partido.
Sin embargo la historia demuestra que sólo las personas con verdaderos principios y autoridad moral han conseguido mejorar la realidad social, y que el poder en manos de gentes sin escrúpulos (militen en el partido que militen) destruye la sociedad.
Mientras tanto, los que llevamos la política en el corazón nos desesperamos viendo como no parece posible demostrar a la sociedad que la política no es el problema sino que forma parte de la solución, que sin buenos políticos de todos los signos no saldremos de esta crisis.
Tenemos que darnos cuenta que la sociedad no nos va a creer, que nos va a seguir despreciando, mientras no dejemos de lado nuestro corazón y empecemos a usar la cabeza.
¿Queremos respeto a nuestras ideas? ¿respeto a nuestro partido? ¿queremos que confíen en nosotros? Pues consigamos ese respeto.
No nos dejemos llevar por palabras grandilocuentes, que esconden los comportamientos estúpidos o claramente delictivos de algunos "líderes" o todos seremos corresponsables de los que nos traerá el futuro.
¿Queremos respeto? Empecemos por demostrar a la sociedad que somos capaces de defender nuestras ideas dentro y fuera de nuestro partido. Empecemos diciéndole a algunos de esos “líderes”: “Hola, soy Antonia y milito en este partido. Y no quiero que tú nos representes ante la sociedad. Porque no te mereces ese honor. Porque no representas los valores de este partido, ni su historia, ni sus ideales”.
Es responsabilidad de cada militante hacerlo. Sólo así empezaremos a recuperar ese respeto que hace tanto tiempo que perdimos. Sólo así la sociedad volverá a vernos como parte de la solución y no como uno de sus mayores problemas.
(Publicado en facebook por ANTONIA HIERRO y, en este espacio, con permiso de su autora para compartirlo con el resto de compañeros)
4 comentarios:
Hola, buenas noches:
No hace tantos días comentaba en torno a una mesa de café, cómo se han reestructurado los intrapoderes en una organización política progresista. En la actualidad pesan tanto las cuestiones generacionales, que si hombre, que si mujer, que si joven, más el todo poderoso poder territorial, que entre ambos han desplazado al originario factor de la lucha social de clase. Así que, tenemos una suerte de radicalismo que desarrolla derechos civiles, vendiéndose como acciones políticas de izquierdas. Y, consiguientemente los partidos se han convertido en meras máquinas electorales, donde los afiliados no militan y donde la presencia militante entre el tejido social es ínfima.
El mundo al revés y así le va a la socialdemocracia.
Ya he visto Chema que en alguno de los comentarios de tu última entrada tocabas este mismo tema, muy apropiado ahora que aún estamos a tiempo de cambiar las cosas y movilizar a la militancia.
A ver si leo tu artículo de opinión en La Rioja, todavía no he tenido un minuto de asueto...
En otro blog he comentado que habrá problemas para hacer las listas en muchos municipios y es que la clase política está muy denostada y, si a eso le añadimos la poca o nula democracia interna en los partidos mayoritarios, pues eso, que la gente pasa de implicarse y señalarse. Cosa que parece no preocupar en demasía a los que ocupan los sillones de mando puesto que con mezclar algo las cartas actualmente existentes y volverlas a poner, les basta...
Como no va a estar denostada, Cabaña, si a personas válidas se les dice q no por promover la "pluralidad" y el "exotismo"en las listas, se juega con la bondad de una parte de los equipos, municipales y autonómicos, para tapar la inoperancia y el desconocimiento de actuaciones del resto, que no se sabe ni quienes son, ni que cara tienen...Ya vale de listas para premiados o recompensados, deberían ser por méritos y capacidad para la función q se les encomienda en un futuro...de muchos está por demostrar...
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